domingo, mayo 08, 2016

Crisis de identidad

Hoy fui a la plática introductoria para el proceso de admisión de la escuela de iniciación artística.
Dividieron a los adultos en dos grupos, según la letra del apellido.
Tuve que cancelar mi viaje a Morelia porque no había leído que la asistencia a la plática era obligatoria y luego casi llegamos tarde porque tampoco leí que era en el Conservatorio.
Ya esos dos errores atribuibles a mi conducta distraída me hicieron sentir mal, y mi sueño en el que mi padre me confrontaba y criticaba por estar iniciando este camino tampoco me pusieron en el mejor ánimo.

Cuando llegamos vi una inmensa fila de gente que, luego, casi atiborró el auditorio y entré en pánico. Apenas hice mi preregistro, lo que no asegura nada, ¡nada!, aún no he pasado el proceso de elección, y luego tantos de los asistentes son tan mucho más jóvenes que yo. Mi hijo y otros seres queridos me aseguran que pasaré el examen, lo que para una autoestima herida en su vena musical como la mía es casi peor, ¿cómo lo pueden saber?, no me aseguraba el noviecillo hace casi un año que me darían la beca del Anglo y después de pasar todos los filtros, ¿qué pasó al final?, ¡me rechazaron!

Respira. Respira.

Al mismo tiempo que me emociona con locura estudiar música, siento que la he estado persiguiendo toda la vida, cuando inicié a los 4 en Artene y pasé por las percusiones, guitarra, flauta, arpa, rechazo de ingreso a la Nacional de Música con 8 años, piano, canto, jarana y violín. Hoy por hoy aún siento que no puedo acceder a la música, que no la entiendo, que no escucho, me han dicho los músicos o los exes que no desentono, que tengo mala actitud, que es insoportable oírme cantar; o mi propio hijo que yo tengo otras habilidades, en fin. Qué camino tan difícil este de la música, al menos para mí. Y sin embargo, no desisto.

Cuando comencé a tomar terapia psicológica me encontré con una chamaca joven que cuando le hablé de tu me contestó de usted y de pronto parecía fácil desacreditarla y pensar que no me serviría, pero decidí dos cosas; una, que debía darle y darme una oportunidad, sin juzgar; y dos, que tenía que aceptar y casi que celebrar mis circunstancias, su tarifa es de 150 pesos por sesión (unos 20 dólares), apenas lo que y podía conseguir con cierto esfuerzo semanalmente, esta cerca de mi casa y difícilmente encontraré algo parecido, así que me di la oportunidad de recibir lo que había llegado a mi, lo que yo me puedo ofrecer a mi misma.

De la misma manera decidí que una EIA sería mi opción porque me queda cerca, me acepta a esta edad y cuesta una cantidad que puedo pagar, me ofrece una enseñanza integral de la música y no sólo las clases de instrumento que se pueden tomar con particulares y son caras. Además decidí que escogería basándome en los mejores maestros disponibles y que eso definiría el instrumento que estudiaré, en vez de guiarme por otros criterios, como el gusto. Por eso estoy entre contrabajo, percusiones y piano.

Mientras subía las escaleras para entrar al auditorio me di cuenta de que es lo que más me saca de onda y me hace sentir insegura con respecto a estudiar música, es un problema de identidad; por un lado me pregunto si podré llegar a alcanzar un buen nivel en ese instrumento, y si seré capaz de mantener la concentración en el mismo por el resto de mi vida, conociéndome, luego querré estudiar banjo, acordeón, cello, enfermería, danza, acuarela, etc. Entonces el problema más grande para mí es que no puedo decir soy esto: actriz, mamá, ama de casa, bajista, partera, maestra de inglés, costurera; soy y no soy todo eso y quiero ser muchas cosas pero tal vez no logro ser suficientemente experta en alguna área específica para que pueda definirme, que pueda decir: soy pianista. Recuerdo que ya me causaba escozor cuando tuve que rellenar el recuadro de OCUPACIÓN para el acta de nacimiento de mi hijo. Pensé ese día que esa información lo acompañaría del resto de la vida, sería una evidencia de archivo mucho despúes de que me comieran los gusanos, pero ¿sería precisa?, ¿sería preciso decir que la mamá de Itzcóatl Vargas era actriz?, ¿qué soy?, ¿quién soy?

No lo sé y no se si lo sabré.

miércoles, mayo 04, 2016

Miserable

El otro día usé esa palabra para describir nuestra vida, por un lado me sentí mal, pero por otro lado me pareció muy adecuado, porque si, en el sentido de la R.A.E., extremadamente pobre es preciso, no era mi intención ser dramática, sólo hacer un buen uso del idioma.

No se me olvida que soy afortunada, por supuesto, que la calidad de mis oportunidades esta en el la cima del tan sólo 14% de ciudadanos mexicanos que logran acceder a la educación universitaria y no sólo eso me define, sino también, entre otras cosas, el color de mi piel.

Pero al mismo tiempo hemos vivido carencias importantes, mi hijo y yo. De adolescente hubo varios días no consecutivos enteros en los que no probé bocado, al punto que me enamoré de un muchacho quizá principalmente porque me invitaban a cenar en su casa todas las noches, su mamá cocinaba muy mal, pero era la gloria, muchas veces era la única comida sustancial que ingería en el día.

Desde que mi hijo nació me he visto en dificultades severas para pagar el transporte público muchísimas veces, incluso le llevé brownie casero (ca-se-ro, no mágico), al poli de la estación de metrobus más cercano para que no me llamara la atención por pasar el torniquete con mi hijo mayor de 5.

Al mismo tiempo tenía posibilidades para comprar libros, medicina y comida, así que no todo fue malo, en general pienso que las carencias han sido formativas tanto para mi hijo como para mí, y es agradable no estar en una situación tan extrema ahora.

Por supuesto mi estilo de vida tiene que ver con las decisiones que tomé sobre el tipo de maternidad que quería ejercer. No las cambiaría, aunque si culpo a la sociedad en que vivo de no ofrecerme mejores oportunidades de desarrollo a la par de la maternidad, por obligarme a elegir, por no darme un mejor soporte ni hacer más difícil a su papá evadir su responsabilidad.

Con todo claro que estoy agradecida con la vida, amo a mi hijo, disfruto mi vida y la parte en que sí pude tomar decisiones que otras mujeres no pueden. Pero falta mucho por hacer.

martes, mayo 03, 2016

Iluminación musical

Había estado triste. No parecía que se pudiera poner peor. Parece que es esa época de calor que hace que me sienta totalmente desanimada y además me engordo, lo que suma de mala manera.

Pero luego me dio tos, y si, se puso peor. La enfermedad estuvo fuerte, me tiró en la cama varios días y dos semanas después no termina de desaparecer la molestia en la garganta, que además no me deja cantar. Cuando la peor parte de la enfermedad se terminó me quedé sin apetitos, ninguno, igual me daba hambre pero no se me antojaba nada, además perdí el olfato por unos días y menos que me sabía nada.

Desde que mi hijo empezó a ir a la escuela he ido acumulando cansancio, así que me pasé una semana mirando la tele todo el tiempo que el no estaba en casa sin ganas de levantarme para nada y haciendo lo mínimo indispensable. De alguna manera eso me trajo algo de paz, los días más vacíos, menos carreras, menos ideas, nada que desear, nada en que pensar, excepto si los Álcantara ganarán el juicio o Mr. Selfridge dejará a sus queridas.

Mi manera de enfrentar las dificultades del corazón se ha ido transformando en este último año de formas que a veces no reconozco y también mi maternaje. Al mismo tiempo que reconozco más mi labor como madre, una que implica mucho trabajo, también voy llegando al punto en que, después de 10 años, ahora si quiero ponerme en primer lugar para algunas cosas, no había sentido la necesidad antes, ni me parecía razonable exponer a mi hijo a las dificultades de la sociedad para poder llevar a cabo mi sueño, pero ahora si, en plena pubertad y ya casi con 10 años cumplidos me parece que ha llegado el momento y que no será sino formativo para él, un tipo de formación que todos decían que podía tener antes y que yo me negué a obligarla, la de tenerlo esperando horas en ambientes de adultos sin ponerle atención o dejarlo al cuidado de personas en las que no confío y teniendo actividades que nada sumaban a su desarrollo.

En medio de ese tedio pero ya con algo de impulso gracias a la construcción del teatrino, llegué a algunas conclusiones internas. La primera es que me hace mucha falta el amor de pareja, que no sólo necesito recibir sino que es muy importante para mi también dar, pero que no depende de mí tener un buen compañero, llegará o no, pero es algo que no puedo controlar, como no puedo hacer que me quiera quien no me quiere o que sea un buen compañero quien tiene dificultades internas que no quiere resolver.

Pero la música sí me mueve, genera en mi muchas cosas, representa un gran conflicto interno, pero me da mariposas en el estómago, la sufro, la disfruto, me come pero la ansío con todo mi cuerpo. Al mismo tiempo me siento como una niñita frente a ello, no me parece fácil como tantas otras disciplinas, que las veo como dominables sólo a través del esfuerzo. Hay un gran trauma que vencer aquí para mí, ya lo venceré o no, mientras me aplicaré con todo mi compromiso y entrega, porque ni modo, así es como hago las cosas yo.

Me trastorna la idea de que algunos seres cercanos a los que secretamente he tratado de impresionar desde que tengo conciencia me juzguen y me critiquen por tomar este camino, pero por ahora me puede más la noción de que la vida debe ser disfrutable y hermosa, en la medida en la que yo me la pueda forjar así, debo hacerlo, es mi responsabilidad conmigo misma, porque la falta de estímulos positivos me puede enfermar.

Tomé la decisión y me aventuré a hacer investigaciones esta misma tarde y ya el comsos me trajo regalos, como un maestro de contrabajo que me recibe de inmediato, la próxima semana, sin más preámbulos. Estoy emocionada y muero de nervios.

domingo, mayo 01, 2016

Perdida

Me siento muy muy perdida.
Desganada y apática.
Llevo más de una semana con una tos con se me termina de quitar, que estuvo muy fuerte y me tumbó en la cama, se llevó consigo el olfato por varios días y me dejó con todo tipo de apetitos muertos, sintiéndome vacia hacia afuera y hacia dentro.

Como siempre batallo con la terrible sentencia del fracaso que supongo por no haber terminado mi tesis, me siento aún más cansada y embotada.

Me desgrada mucho el ritmo escolar y todos sus requerimientos absurdos, me desgradan mucho los reclamos de la gente que suponen que mi vida es muy fácil, o que soy una princesita, aunque si tenga sus cosas fáciles.

Me siento sola y arisca.

En el limbo.

Nada tiene sentido y odio la invasión de mi espacio personal, mi tiempo y espacio.

En medio del caos trato de crear, tal vez eso alivie, y este espacio es incluso más, un salón blanco, donde hablo al vacío a lo que nadie escucha ya.